Por: Lizbeth Ventura
Suena el timbre de nuevo, se escucha el toque del silencio y el crujir de las andas, mientras los integrantes del turno de Honor Salida se preparan para llevar sobre sus hombros al “Rey del Universo”, en su procesión del Jueves después de Ceniza, antiguamente llamada Procesión del Silencio, llegó el momento tan esperado y Jesús de los Milagros ya se encuentra en el dintel del Santuario Arquidiocesano del Señor San José, centenares de devotos lo esperan en las afueras del Templo. Los rayos del Sol y el viento son testigos de tan magno acontecimiento.
Una vez más el Nazareno de Los Milagros salió a bendecir a todo el pueblo de Guatemala, mismo que se realiza desde hace 57 años cuando el cortejo procesional salé por primera vez.
Este cortejo procesional toma el nombre del silencio por que en sus orígenes el mismo salía sin banda alguna, únicamente acompañado por rezos y cantos que en total solemnidad se escuchaban al filo de la media noche el cual era su horario original.
Con el correr del tiempo, los horarios y recorrido fueron modificado y así también Don Mario Ruata Asturias implementa la banda de maestros filarmónicos al cortejo en los años 80 hasta llegar a la actualidad.
Para este 23 de febrero pasado, la asociación de devotos cargadores de la consagrada imagen de Jesús Nazareno de los Milagros decidió retomar esos orígenes. Con un paso cadencioso recorrió las calles y avenidas del Centro Histórico y del Barrio Moderno de la zona 2, en donde fue recibido con mucho júbilo.
Fotografia Cortesia: Juan Carlos Ventura
Con un adorno muy sencillo pero con detalles muy particulares, el Soberano Señor de los Milagros iba sobre un camino rocoso, en donde se pudo apreciar un grupo de hormigas que iban haciendo una fila, además de un grillo sobre una rama con flores moradas, como parte de la creación de Dios. En el centro se encontraba Jesús luciendo una hermosa túnica color azul pavo, una corona de espinas y un resplandor plateados.
Las familias elaboraron bellos altares en donde se colocaron cada una de las estaciones del Santo Vía Crucis, alfombras de pino y aserrín, engalanaban las aceras y el aroma al corozo deleitaba el olfato de los asistentes.
Las notas de las sentidas marchas fúnebres no podían faltar, al igual que los vendedores precediendo el cortejo procesional. Niños, adultos, ancianos, en fin todos reflejaban en sus rostros la fe y la devoción al nazareno josefino que entre las marchas de El Silencio y Mater Dolorosa se poso sobre sus pedestales, dejando en muchos la nostalgia del Jueves Después de Ceniza y la espera para el próximo Domingo de Ramos.
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