Media hora en la cual se nos hace una reflexión de aquellas ultimas 7 frases de Jesús antes de morir, sin decir nada, el murmullo desaparece, el templo de la Recolección guarda en su interior un silencio sepulcral, pasan unos minutos y el sonido del viento se deja escuchar, hasta que de pronto un grito dice ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
El Cristo queda a la vista de todos, truenos se dejan escuchar, pero la naturaleza en su inmensa sabiduría, nubla el cielo, todo queda en oscuridad, en medio del revuelo dos piadosos hombres suben al árbol de la vida y desclavan al nazareno que es llevado a los pies de su Madre, y que le es presentado a la feligresía.
Mientras llega a la esquina de la tercera avenida y tercera calle, el cielo rompe en llanto, la lluvia se hace fuerte, pero la fe de la población que lleva a su salvador al sepulcro no se espanta y prosigue junto con el hasta el final.
La lluvia se esfuma, y el atardecer da un marco excepcional cuando el cortejo llega a la cuarta avenida, todos expectantes ven pasar al Sepultado Recoleto, que nos recuerda que Dios Amo tanto al Mundo que envío a su Hijo único para que en el encontraríamos la vida eterna.
El reloj marca las 0 horas del Sábado Santo y el Cristo Recoleto se enfila por la primera avenida, el cansancio es notorio, los 110 devotos cargadores hacen esfuerzos grandes por mantenerse con paso firme hasta terminar su turno y asi regresar al templo.
Es la 1:30 de la madrugada, los Cruzados del Santo Sepulcro ya se encuentran en el atrio del templo, cientos de guatemaltecos esperan el retorno al templo, las luces se apagan y es la Marcha Fúnebre de Federico Chopin la que se escucha, el paso es tan solemne, cual si fuera un entierro verdadero.
Atrás viene la madre, la madre que sola y acongojada vuelve a su templo a los acordes de La Soledad, un viernes santo más ha terminado, el sepulcro contiene el cuerpo de Cristo y María Santísima busca consuelo en sus hijos mientras esperan que se cumpla la gloriosa resurrección.
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