Por: Mónica Rodríguez
Es el Viernes más santo de todos los viernes… Las largas filas de cucuruchos se tornan del luto riguroso dejando el morado penitente para acompañar a los cortejos del Señor Sepultado. El viernes santo, nos invita a recordar la pasión y crucifixión de nuestro Señor.
Guatemala observa los solemnes cortejos procesionales de Sepultados que se enfilan en su paso frente a la Catedral Metropolitana, el paso del Cristo es precedido por las esculturas llamadas “pasos” que ilustran uno a uno las estaciones de la pasión de Jesús. Los incensarios, preparan la venida de las andas que pisan sus cargadores el acto de fe que se plasma en las calles como elaboradas alfombras con tanto sacrificio preparadas por sus devotos.
María Magdalena y San Juan acompañan en su dolor a la Santísima Virgen de Soledad que con una espada en su corazón, va con su hijo en el dolor de su muerte.
Los cortejos procesionales, son acompañador de objetos significativos de la pasión del Señor, tales como la corona de espinas del Nazareno, los clavos que atravesaron sus manos y pies junto al martillo, un gallo que anunció la negación de Pedro, los dados que a la suerte jugaron el destino de las vestimentas de Jesús, entre otros. Solemnes marchas fúnebres no pueden dejarse de escuchar, notas propias del duelo bajo el nombre de “La Fosa”, “Sudor de Sangre”, “Soledad” y varias más que serán interpretadas por músicos de la banda.
Este día no se celebrará la misa, en su lugar la Liturgia de la Pasión de Cristo da inicio; las tres de la tarde, hora situada de la muerte de Cristo, indica a todos que unidos en oración, proclamen juntos al unísono el recordatorio de nuestra fe; “Creo en Dios Padre, Todopoderoso…”
“Padre en tus manos, encomiendo mi espíritu”… y diciendo esto, expiró.
La soez burla de aquellos que te flagelaron, que causó tanto dolor injusto e inmerecido que aceptaste. Se conmueve el cielo ante tal padecimiento, la tierra vibra ante tal atrocidad.
Llora María, pues recibe en sus brazos a su hijo amado, carne de su carne y corazón de su corazón.
Aquel que ama tanto, ahora está ensangrentado y descansa en su regazo.
Llora María, tus lágrimas caen sobre su costado y limpian tu alma del dolor.
Virgen Fortísima, acompañaste de pie junto a la cruz, hasta su muerte inmerecida a aquel que por nueve meses llevaste en tu vientre. Con qué coraje soportaste toda la pasión, qué tormentoso momento viviste y así supiste nunca y hasta el último instante estar con él.
En preludio de un Sábado Santo, para acompañar a María en su soledad, dará inicio pronto y por ahora, bendito un año más que mis hombros caminaron junto a ti y mi hombro sintió el peso de tus andas. Dios permitirá pronto, un año más recordar tu pasión, muerte y sé que las lágrimas de todos aquellos derramadas por su muerte, se convertirán en felicidad pues la tan esperada Resurrección de Cristo está pronto por cumplirse.
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