Por: Mónica Rodríguez
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A ti Jesús, que vas con la cruz…
Te vi llevando ese pesado madero, entendí que tu amor era muy grande,
Vi tu rostro ensangrentado y me pude reflejar en tus ojos llorosos;
Tu mirada dice más que mil palabras, llegaron a mi y yo no te dije nada,
Comprendí y pensé por un momento, que tu amor era real y verdadero.
A ti Jesús, que vas con la cruz…
Mi humanidad no me permite abrir los ojos del corazón y verte del todo Señor,
Me he dejado llevar por la inmundicia de esta vida;
No soy digna ni de ver tus pies mi buen Salvador,
Pero aquí estoy una vez más, frente a ti, buscando consuelo en tu sufrimiento.
Porque yo vivo cada momento y sé siempre que fue un sacrificio por mi;
Y nada hago Señor, por honrarte cada minuto de vida que me regalas.
¡Oh mi buen Salvador! Recoge de mi alma el dolor y con tu mirada recoje mis lágrimas,
Que aun sabiendo que soy pecadora, vengo a tus pies cansados y lastimados,
A tocar tu manto sagrado, a recoger cada una de las gotas de sangre que derramas;
Tras el paso tormentoso hacia el Gólgota.
A ti Jesús, que vas con la cruz…
No he podido traer nada para calmar tu dolor,
Observo una vez más tu rostro, tu mirada tan humilde;
La tristeza se detiene y el mundo aparece y tú sigues de pie llevando esa cruz.
No Señor, no soy digna de tu mirada no me hables en silencio porque he pecado tanto;
Y perdóname…
Perdónanos a todos por haberte mutilado más que el cuerpo, tu corazón.
En esa cruz que arrastro con mis pecados,
Con un destello de tu luz, ilumina los oscuros caminos de mi vida.
Espero en ti Señor, porque yo…
Yo solamente sigo tus huellas y te hablo en el silencio de mi arrepentimiento,
Siguiéndote toda mi vida a ti Jesús, que vas con la cruz.
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