Por: Leticia Morales
En este Quinto Domingo de Cuaremas les quiero hablar sobre el pasaje donde Jesús resucita a Lázaro, con las siguientes palabras "¡Lázaro, sal de ahí!" Y salió el muerto, atado con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús al ver a Marta y María (Magdalena) llorando, hermanas de Lázaro, él se conmovió hasta lo más profundo de su ser, que empezaron a rodarle lágrimas.
Esta parte me estremeció el corazón, porque siendo Jesús nuestro señor, sabiendo que Lázaro iba a resucitar, aun así él lloro, sintió tristeza por la muerte de Lázaro y por el dolor que sentían las hermanas. Jesús era un ser humano como nosotros lleno de sentimientos y así como lloro por Lázaro, así llora por todos nosotros por nuestras alegrías y tristeza, o cuando le pasa algo a uno de nuestros hermanos y hermanas, que bonito fuera que Jesús llorará por nosotros pero de alegría, de vernos felices, de seguir sus mandamientos, de andar en los caminos que él nos enseño.
Pero siempre nos empeñamos en hacerlo llorar por nuestras faltas, si odiamos a alguien, lo herimos, lo maltratamos, es como que se lo hiciéramos a Jesús, porque todos somos hijos de él, y este pasaje es una pequeña muestra de lo que será en el futuro, cuando Jesús venga y resucite a sus hijos e hijas de corazón delante de sus enemigos, de esas personas que son egoístas, mentirosas, hipócritas, que solo buscan a Jesús para su conveniencia, y que no acogieron a Dios y a Jesús en su corazón.
Ese día se arrepentirán, lloraran, suplicaran, por no haber obedecido pero para entonces ya será demasiado tarde. A quien no les gustaría que Jesús bajará y que nos dijera lo mismo que a Lázaro “SAL DE AHÍ”, para mí sería lo más hermoso que me podría pasar, pero para llegar a escuchar esas palabras hay que hacer sacrificios, penitencia, comprometerse con uno mismo en cambiar, Jesús nos está dando la oportunidad de vivir otra semana santa para arrepentirnos y despojarnos de nuestros errores, soltando el pasado.
Aprovechemos esta Semana Santa para meditar sobre nuestros actos, de creer en Jesús como lo hicieron Marta y María que al verlo entrar a Judea se arrodillaron ante el diciéndole; "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas". Si le pedimos algo a Jesús confiemos que él nos lo va a conceder pero si por algún motivo no se da, el señor sabrá también el motivo del porque no se hizo realidad.
Mejor acerquémonos a Jesús, hagámonos sus mejores amigos, sus confidentes, invitémoslo a vivir en nuestras vidas pero sobre todo en nuestro corazón, para que cuando el venga a nuestro mundo nos sonría y nos de vida por segunda vez, pero esta nueva vida será eterna, para estar bajo su presencia, rodeados de ángeles y frente al padre eterno. Este domingo de resurrección, resucitemos junto a él a una nueva vida como lo hizo Lázaro, celebremos que somos libres y no esclavos del pecado.
Cuando Jesús resucito a Lázaro sonaba ilógico que alguien resucitara a una persona fallecida máxime cuando ya lleva 4 días enterrado y si alguien decía que él lo podía resucitar, los judíos creían que estaba loco por que para ellos cuando alguien moría ahí era el final y ya no había nada, quizá hasta yo lo hubiera pensado, como dice el dicho “Hay que ver para creer”, pero entonces donde quedaba la “FE”? y por esa razón la fe es ciega y las cosas más importantes no se ven, solo se sienten.
Y para arrepentirse no importa la edad por que el cuerpo envejece pero el corazón jamás, así que con paso lento y bastón en mano no es impedimento para acompañar los cortejos procesionales.
Jesús también sonríe y nos dice. "Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios
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